LA INVERSION DE UNA EMPRESA
Las empresas para generar resultados necesitan disponer de activos. Activos circulantes y fijos; materiales e inmateriales.
Todos estos activos se financian con los recursos propios y
ajenos que representa el pasivo, y el pasivo de toda empresa tiene su
coste, aunque a veces, no seamos muy conscientes de ello. (La
contabilidad no registra el coste de oportunidad, el riesgo asumido por
la empresa, ni la inflación, por ejemplo).
Por definición, la rentabilidad que se obtiene de los activos,
tiene que ser superior al coste del pasivo. Pero también por necesidades
de supervivencia de la empresa. Sin embargo, la realidad pone de
manifiesto muchas veces otra cosa bien distinta.
Todo el activo de una empresa no esta compuesto por fijo; también
existe el activo circulante. Pero especialmente en las empresas
industriales, el activo fijo tiene un peso muy importante, y por lo
tanto, deben estudiarse y analizarse muy cuidadosamente las decisiones
de inversión. Sobre todo teniendo en cuenta, que este tipo de
inversiones compromete los recursos de la empresa a largo plazo. Es por
lo tanto “absolutamente imprescindible planear bien los proyectos de
inversión, con la vista puesta no tan solo en el corto plazo sino
también en el medio y largo plazo”.
Ello nos conduce a la necesidad de conocer métodos de análisis y
evaluación de inversiones, pero también a aplicar mucho sentido común,
puesto que no existe método alguno que garantice el éxito de una
inversión concreta. Los modelos de análisis de inversiones, son solo
parte del proceso de la toma de decisiones, pero no deben suplir nunca
el juicio del analista, es decir, de la persona que toma decisiones.
Además, no debemos cometer el error, de analizar muy bien la
inversión cuando ésta es un proyecto, y olvidarnos de la misma, cuando
ya es una realidad, cosa que por desgracia, pasa en más de una empresa y
en más de una ocasión.
Con frecuencia, una vez puesta en marcha la inversión nos
olvidamos de ella. La rentabilidad del activo se calcula (por lo
general) de forma global; no se entra en el análisis particularizado de
cada una de las inversiones en concreto, y en todo caso, el criterio
contable (rentabilidad económica) no es el mismo que el utilizado en el
análisis de inversiones. (VAN, por ejemplo).
Indistintamente del método que se utilice para evaluar una
inversión, es necesario disponer de datos para poder hacerlo. Sin datos o
información, no es posible aplicar método alguno de evaluación, y aquí
está precisamente el meollo de la cuestión. La dificultad para evaluar
una inversión no está en el cálculo del V.A.N. o de la T.I.R.; la
verdadera dificultad está en las previsiones económicas de dichas
inversiones.
Los modelos de valoración de inversiones utilizan los flujos
financieros previstos de las mismas, es decir, los valores monetarios,
pero éstos flujos son consecuencia a su vez de los flujos económicos
correspondientes. Por lo tanto, una “buena evaluación” no sólo requiere
la correcta aplicación del método elegido; requiere especialmente un
buen análisis, comprensión, y previsión de los flujos económicos del
proyecto; es decir, su funcionamiento y generación, hasta convertirse en
flujos financieros líquidos, que es la información básica utilizada por
los distintos modelos de valoración.
La decisión de invertir debe tomarse con precaución y prudencia:
los números son siempre necesarios, pero éstos son interpretables, y
desde luego los resultados de las previsiones tienen mucho que ver con
las hipótesis de trabajo que se hayan manejado previamente. Por ello,
sólo se debe decidir inversiones de importancia cuando exista un
convencimiento pleno y bien fundamentado de su rentabilidad y
viabilidad.
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